Esteban se levantó temprano y recortó sus patillas con la punta de la tijera de uñas. Lo esperaban impecable. Hay algo en toda esta preparación que lo hace sentirse un poco virgen, por eso está incómodo. Pero toda la familia insistió tanto, que ahora no puede dar marcha atrás.
Tomó un colectivo hasta la agencia, a un nuevo trabajo. Llegó pensando de qué se trataría esta carrera que empezaba para llegar adónde, con quiénes. Antes de entrar al edificio se miró en los reflejos de un ventanal que daba a la calle: su cara podía ser famosa, “tenés ese toque, ese don natural que permite reconocer un rostro hermoso”. La agencia de modelos le pidió que fuera puntual.
Esteban recibió la ropa, detrás de un biombo, que se cambie. Que se pare como le indique el fotógrafo.
Hace meses que terminó la secundaria y que anda dando vueltas por el barrio sin trabajo y sin decidirse a estudiar nada. Su hermana mayor mandó por él sus datos a esta agencia y lo convenció para preparar un book de fotos. Le consiguió una entrevista durante el verano y después apareció un primer trabajo. Lo contrataron enseguida por sus “hermosas facciones”. Así le dijeron en la reunión y en ese momento Esteban miró concentradamente algo en la pared (un cuadro, el clavo del cuadro, el marco del cuadro)… fue incómodo que hablaran de él como si también fuera un adorno. Incómodo recibir esas descripciones que no le parecieron cosa de hombres “hermosas facciones”. Tuvo vergüenza. Había entrado con desgano y salió furioso. Después la hermana en el viaje de vuelta le hizo el repaso de los números: era buen dinero.
Ahora está arriba de una pequeña tarima, y solo escucha al fotógrafo. Pero con la primera pose ya está arrepentido. Cuando la publicidad salga lo verán en las paredes, su cara en los afiches. Y entonces tendrá que soportar las cargadas de todos los pibes del barrio.
No es fácil encontrar la foto justa porque Esteban se mueve nervioso.
- Pibe, gira el cuerpo hacia allá, pero quedate quieto......más quieto....dale, con las manos abrite la campera-. Esteban siente que el tiempo no corre, aburrido piensa en su casa, en los chicos de la escuela que sigue viendo, en los que ya no ve porque van a la universidad, no como él, que no se anotó para estudiar, porque como es tan lindo, en la agencia tendrá mejores oportunidades.
- Esta parece que es la justa, les va a encantar. Ahora cambiate, ponete el rojo-. Esteban se cambia otra vez, detrás del biombo.
- Dale, sigamos – le dice el fotógrafo - como antes, parate como antes, pibe; tenés que parecer lindo además de serlo. De nuevo, va de nuevo.
¿Por qué la vida no lo marcó con algún defecto como a todos? Eso piensa Esteban, harto de su cara y de la gente, si hasta los hombres le dicen cosas por la calle. “Voy a dejarme la barba”, se le ocurre. No sabe qué quiere de la vida. Cree que necesita conocer otras cosas: otro barrio, otros amigos, otras novias, otros padres...
La tarde va pasando y en el estudio se siente el aire más frío.
- Tenés que pararte más así, la pelvis afuera… duro el abdomen, vamos con esta que matamos.... - la cámara solo apunta a su entrepierna. Esteban piensa que para empezar a cambiar, tendría que decirle que no a su hermana y a sus viejos, pero eso es difícil, cómo haría. Busca con la mirada los pantalones de jean que dejó en el perchero, su remera con un dibujo de Callejeros, el buzo y las zapatillas, todo está cerca. Un paso y otro. Su cuerpo no lo acompaña, quedó helado para la gran foto. Toma aliento y se empuja tarima abajo directo a los pantalones.
- ¡Eh! ¡Qué hacés pibe! ¡No terminamos!
Estrenan con él una audaz campaña publicitaria, una enorme foto que lo muestra de cuerpo entero en calzoncillos. “Pensar que me llamaron por el rostro increíble, que Dios me dio”, grita con desprecio.
Sale a la calle con la excusa de fumar. No vuelve.
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